El horror del duelo infantil en Veneno para las Hadas, de Carlos Enrique Taboada
(pp. 1-15; DOI: 10.23692/Articulos_iMex_3.1)
Emily Celeste Vázquez Enríquez
Emily Vázquez Enríquez es profesora asistente en la Universidad de California, Davis. Centrada en América Central y del Norte, su investigación estudia las intersecciones entre las humanidades medioambientales y los campos de los estudios sobre fronteras y migraciones. Actualmente trabaja en el manuscrito de un libro que reflexiona sobre el concepto de «biomas fronterizos» para examinar las complejas relaciones que existen entre las demarcaciones fronterizas, los ecosistemas, los habitantes no humanos de estas regiones y las personas. Su trabajo se ha publicado en numerosas revistas especializadas y sus investigaciones le han valido varias becas y subvenciones.
Through the character of nana Carmen, Veneno para las hadas evokes the wet nurses of the colonial and nineteenth-century eras in Mexico. Although wet nurses were central figures in Mexican social reproduction, their existence was problematized based on racial, class, and gender prejudices. This revolved around the belief that they could physically and mentally contaminate childhood. In the film, Carmen becomes the materialization of these fears through her fascination with witches, figures she articulates as diabolical. By telling stories about these characters to Veronica, an upper-class girl in her charge, the little girl gains a deep admiration for the sorceresses and seeks to become one of them. She lies, manipulates, and engages in satanic rituals to achieve this. Contrary to being pigeonholed as villains, both Carmen and Veronica escape from this framework through their admiration for witches. While through such figures, Carmen affirms an agency commonly denied to the nanas of Mexican cinema and television, Veronica uses them to cope with mourning her parents’ loss.
A través del personaje de la nana Carmen, Veneno para las hadas evoca a las nodrizas de la época de la colonia y la era decimonónica en México. Aunque las nodrizas fueron figuras centrales en la reproducción social mexicana, su existencia fue problematizada a partir de prejuicios raciales, de clase, y de género. Dicha problematización giraba alrededor de la creencia de que podían contaminar física y mentalmente a la infancia. En la película, Carmen se convierte en la materialización de dichos temores mediante su fascinación por las brujas, figuras que articula como diabólicas. Al contarle historias sobre estos personajes a Verónica, una niña de clase alta a su cargo, la pequeña adquiere una admiración profunda hacia las hechiceras, por lo que busca convertirse en una de ellas. Para lograrlo miente, manipula, y busca hacer un pacto con el diablo. Contrario a quedar encasilladas como villanas, tanto Carmen como Verónica escapan de dicho marco mediante su gusto por las brujas. En tanto que a través de tales figuras Carmen consigue afirmar una agencia comúnmente negada a las nanas del cine y la televisión mexicana, Verónica las utiliza como un medio para sobrellevar el duelo por la pérdida de sus padres.